SOCIEDAD Y POLÍTICA EN ROMA: CLASES SOCIALES Y ÓRGANOS DE GOBIERNO DURANTE LA MONARQUÍA ROMANA

Introducción

Desde la fundación legendaria de la ciudad por Rómulo en el año 753 a. C. hasta la caída del imperio en el año 476 d. C., cuando Rómulo Augusto, último emperador romano, se ve obligado a rendirse ante Odoacro, jefe de la tribu germánica de los hérulos, transcurren algo más de 1200 años. A lo largo de este tiempo Roma conoció tres regímenes políticos:  Monarquía  (753 a.C.-509 a.C.), República (509 a.C-27 a.C.) e Imperio (27 a.C.-476 d.C.).
      Cada uno de ellos tuvo sus formas de gobierno y sus instituciones, algunas de las cuales, como el Senado y las Curiae o asambleas, se mantuvieron desde la fundación, pero vieron aumentado su poder  político especialmente en la época republicana.

      Al tiempo que cambiaron las formas de gobierno, la sociedad romana también tuvo su proceso de transformación; así al comienzo de la monarquía encontramos una sociedad dividida fundamentalmente en patricios y plebeyos, en la  que los primeros constituyen la clase dominante que acapara el dinero y el poder, y en la que la posición social que da el linaje otorga infinitos privilegios; sin embargo veremos cómo poco a poco la lucha de los plebeyos por sus derechos va abriendo el camino a una sociedad  más democrática, que alcanzará la igualdad total, por lo menos de derecho, en la época republicana.

      La sociedad romana en la época de la monarquía (753a.C. - 509 a. C.)

      En este tiempo la sociedad romana estaba dividida en cuatro clases sociales, que, con mayores o menores variaciones, se mantuvieron a lo largo de la historia: los patricios que constituían la nobleza romana, los plebeyos o pueblo común, los clientes, que eran ciudadanos plebeyos que se colocaban bajo el protectorado de una familia patricia y los esclavos, que carecían de cualquier derecho.

      Las familias patricias formaban la aristocracia romana, el sector dirigente y privilegiado. Eran los únicos considerados como ciudadanos romanos, con derecho a votar y a ocupar los cargos políticos y religiosos; adémás eran el sector más rico, dueño de las grandes extensiones de tierra. Se consideraban descendientes de los fundadores de Roma y estaban organizados en un consolidado sistema familiar, la gens. El nombre de patricios deriva de patris (padre), y alude a los jefes de las gens. Una gens era una agrupación de varias familias, que  compartían un antepasado común al que rendían culto del cual heredaban el cognomen (uno de los nombres de los romanos). Cada familia a su vez estaba regida por un pater familias que era el jefe de su familia directa, pero que estaba sometido a la autoridad de pater familias más anciano, el cual, de acuerdo con el principio de la patria potestad, ejercía la máxima autoridad sobre todas las familias. La pertenencia a una determinada gens comprendía una serie de derechos y obligaciones con respecto al resto de miembros, por ejemplo, el deber de socorro mutuo, el derecho a poseer las propiedades de la gens, a ser sepultado en el lugar común, la obligación de respetar las costumbres de los antepasados (mos maiorum) o la prohibición de contraer matrimonio con un miembro de la misma gens.

      A medida que la ciudad romana crecíó, había aparecido un elemento social nuevo, la plebe y con la plebe (el pueblo llano) aparecieron  los plebeyos. Esta clase social estaba integrada por los extranjeros que habían llegado a Roma con intención de prosperar económicamente, por los refugiados procedentes de otras ciudades o por clientes que se habían enemistado con sus patronos. Se los consideraba hombres libres, pero no ciudadanos, por lo tanto se hallaban excluidos de la vida política y también religiosa (no participaban del culto oficial). Antes de las reformas de Servio Tulio, no podían integrarse al ejército ni tampoco contraer matrimonio con integrantes de la clase patricia. Con el tiempo, al lado de las gens patricias fueron apareciendo también gens plebeyas, bien porque determinadas familias plebeyas conseguían el título con riqueza o por influencia, bien porque alguno de sus miembros conseguía un cargo importante que le permitía fundar una gens. A este respecto, podía ocurrir que un esclavo liberado por parte de una gens, podía a su vez formar una familia que quedaba ligada a la gens de su liberador. El ocaso de las gens se produjo con la proliferación de familias que hacían difícil la identificación de los orígenes.

      Los clientes eran plebeyos que se asociaban con un patrón benefactor (en latín, patronus) que les mantenía a cambio de llevar a cabo formalidades como la salutatio matutina (el saludo mañanero), o votarle en los cargos públicos a los que el patrón se presentase; también se contemplaba el cumplimiento de los acuerdos privados, y por ello fuera del control estatal, que se hubieran suscrito entre el patrono y sus clientes. La historiografía antigua dice que esta relación de patronaje fue iniciada por Rómulo para unir a los patricios y plebeyos, de manera que uno podía vivir sin envidia y el otro sin falta de respeto.

      En el escalón más bajo de la sociedad romana se encontraban los esclavos, que eran  fundamentalmente prisioneros de guerra o plebeyos que habían perdido la libertad por no poder hacer frente a sus deudas. Estos no eran considerados personas sino cosas, de ahí la existencia del sustantivo mancipium, de género neutro, para designar al esclavo. Carecían de cualquier derecho e incluso su dueño tenía poder sobre su vida.

      Órganos de gobierno durante la monarquía romana (753a.C. - 509 a. C.)

      En la primitiva ciudad romana el gobierno de la ciudad recaía en tres instituciones, el Rey, el Senado y la Curia o Asamblea, cuyos miembros procedían de la clase patricia, integrada por las familias antiguas, que, al ser poseedoras de la mayoría de tierras, gozaban de los privilegios que les conferían su riqueza y su linaje.

      El Rey (Rex)

      El Rey era elegido entre los miembros del Senado con carácter vitalicio y propuesto por éste a la asamblea de las curias, que podían aceptarlo o rechazarlo; en caso de resultar aclamado, quedaban aún dos formalidades antes de ser investido con el poder real y religioso. En primer lugar tenía que  obtener la aprobación de los dioses. Un augur, intérprete de la voluntad de los dioses, los convocaba mediante los auspicios en una ceremonia en la que el rey era conducido a las afueras de la ciudad  hasta una piedra, reservada ex professo para estos ritos, en la cual había de sentarse; el pueblo permanecía  a sus pies esperando el vaticinio del adivino, que transmitía la aprobación o el desacuerdo de los dioses. Si era encontrado digno para el reinado, el augur anunciaba que los dioses habían mostrado señales favorables, confirmando de esta forma el carácter sagrado del rey.

      El siguiente paso era la concesión del imperium al nuevo rey. Aunque anteriormente la asamblea del pueblo lo había aprobado, de nuevo debía confirmarlo mediante la aprobación de una ley llamada lex curiata de imperio, que era propuesta por el propio rey para su votación. Tras realizarse ésta y resultar positiva, pasaba a convertirse en el absoluto -prácticamente- regidor de la ciudad en los asuntos religiosos, políticos, militares y judiciales y  a tener por ello total impunidad respecto a sus acciones.

      Los primitivos romanos consideraban que era la decisión de los dioses la que se había manifestado por boca del Pontífice Máximo al proponer al senado al futuro rey,  por tanto reconocían al candidato propuesto como al elegido por los dioses para ser el futuro mediador ante ellos; esto hacía que el pueblo le reconociera como la máxima autoridad en materia de religión y por ello le reverenciara con temor religioso. El rey era el único que tenía derecho a convocar a los dioses e interpretar sus augurios. Dice la leyenda que Rómulo había fundado el colegio de los augures -adivinos- y había sido nombrado su jefe, otorgándosele con ello el derecho a servir de intérprete de la voluntad divina. A su sucesor, Numa Pompilio, se le atribuye la creación del colegio de los pontífices, del que tambíén fue elegido jefe; el nombre de esta institución nos habla de cuál debía ser la misión de éste,( pons-pontis, fuente, y el verbo facio), el que hace puentes, en este caso entre los dioses y los hombres.Estas dos instituciones, integradas ambas por ciudadanos patricios, tenían como finalidad asesorarle en los asuntos concernientes a la religión, sus ritos, fiestas, etc. Como máxima autoridad de en todos los aspectos el rey controlaba el calendario romano, las ceremonias religiosas y el poder designar otros cargos menores.

      Entre estos cargos menores figuraban el de tribunus celerum que ejercía de comandante de la guardia personal del rey, un cargo equiparable al deImperio romano. Bajo sus órdenes estaban los celeres, un ejército de trescientes jinetes que eran aportados por por cada una de las  tribus (barrios) en los que se dividió la primitiva ciudad de Roma (cien por cada tribu). Este cargo era el segundo al mando tras el propio monarca, y poseía la potestad de convocar la Asamblea de la Curia y dictar leyes sobre ella. El tribunus celerum debía abandonar su mandato a la muerte del monarca.

      Los tribuni militum, los jefes militares, eran la tercera autoridad en materia militar, por debajo del tribunus celerum y del propio monarca.  En los asuntos civiles era el prefectus urbanus el que actuaba como guardián de la ciudad, especialmente cuando el rey se hallaba ausente de Roma, momento en el asumía todo el poder hasta el punto de poder ostentar el imperium.  En materia judicial sus ayudantes son dos, los duoviri perduellionis, que actúan en los delitos de alta traición.

      Las insignias de los reyes de Roma consistían en doce  lictores portando las fasces que contenían un hacha de doble filo.

      Los lictores eran los portadores simbólicos del imperium, es decir, de los derechos y prerrogativas inherentes a una autoridad concreta, constituyendo uno de los elementos más característicos del simbolismo constitucional romano. El derecho a ser escoltado pasó de los reyes a los magistrados con imperium.

      Las fasces (o haz de lictores) eran una unión de 30 varas (una por cada curia de la antigua Roma) atadas de manera ritual con una cinta de cuero rojo formando un cilindro; a su alrededor había un hacha común o un labrys. Originalmente era el emblema de los reyes etruscos, adoptado igualmente por los monarcas romanos y perviviendo durante la república y parte del imperio. Las fasces eran transportadas al hombro por un número variable de lictores, que acompañaban a los magistrados curules como símbolo de la autoridad de su imperium y su capacidad para ejercer la justicia.

      Los reyes, y más tarde los magistrados con imperium, tuvieron también derecho a sentarse sobre la silla curul (de ahí el nombre de magistrados curules), a vestir la túnica púrpura, e incluso portar una diadema plateada sobre la cabeza.

      Senado

      Originariamente era un grupo de 100 ciudadanos, los más ancianos de cada gens patricia (senex-senis, m, anciano), elegidos  por Rómulo para que le aconsejaran en los asuntos más importantes del gobierno. Su número fue aumentando a lo largo de la monarquía y llegó a los 300 miembros en época de Tarquinio Prisco. Se reunían por orden del rey y en las reuniones solo se podían tratar los asuntos que el rey había expuesto previamente; no tenían realmente ningún poder de decisión excepto en el caso de plantearse una declaración de guerra, en la que la aprobación del senado era un requisito imprescindible para emprenderla.

      Uno de las funciones más importantes de este organismo era su participación en la elección del nuevo rey. Una vez que el antiguo rey fallecía, Roma entraba en un periodo de interregnum . Durante este tiempo (normalmente, menos de un año), para poder mantener los auspicia sagrados mientras el trono estuviera vacante, cada uno de los senadores actuaba como interrex (rey en funciones) durante cinco días;  una vez que el interrex en curso -que actuaba también como jefe del colegio de los augures y de los pontífices- designaba a un candidato para ostentar la diadema real, lo  presentaba ante el Senado para su aprobación y, en caso de ser aceptado, debía congregar a la Asamblea curiada y servir como su presidente durante la elección del rey.

      Estaba en posesión de la “auctoritas patrum” (algo así como “la autoridad de los patres (familiae)”, que le permitía decidir sobre las decisiones de los comicios, es decir sobre lo votado previamente en la asamblea del pueblo. Todos los acuerdos tomados en los comicios debían ser ratificados por el Senado en virtud de su “auctoritas patrum” y , por tanto, podían ser anulados.

      Curia o Asamblea
       
      El término curia designa no sólo el lugar de reunión de la asamblea y el Senado, sino también la unidad de organización administrativa de los ciudadanos romanos; en la legendaria ciudad de Roma los ciudadanos se agrupaban en tres tribus (formado por la raíz tri- del número tres) de las que sabemos su nombre: Ramnes, Tities y Luceres, que según Varrón, se corresponderían con los latinos, los sabinos y los etruscos, respectivamente. A su vez cada tribu se subdividía en diez curiae, de forma que originariamente había un total de treinta curias.

      En las reuniones de la asamblea -los comitia curiata- deberían estar representados todos los ciudadanos romanos. El sistema de votaciones era el siguiente: en primer lugar se celebraban las votaciones “viriatim”, es decir cada ciudadano (varón=vir) votaba individualmente en su curia (barrio) y después se celebraban las votaciones “curiatim”, es decir votaban las curias, cada una con derecho a un voto. En realidad no era una votación sino más bien una aclamación (de ahí la palabra suffragium, relacionada con fragor=”estrépito, ruido”). En estas asamblea únicamente participaban los ciudadanos patricios, de manera que los plebeyos carecían de representación en la asamblea y quedaban excluídos de los asuntos de la ciudad.

      El número de tribus y, por tanto de curias, fue aumentando a medida que la ciudad creció y en tiempos de Servio Tulio, cuando se creó el primer censo de los ciudadanos, había ya en Roma cuatro tribus urbanas y diez tribus rurales, con sus correspondientes curias. Para la elaboración del nuevo censo se disolvió la antigua agrupación por tribus y se volvió a dividir a los ciudadanos en cinco clases económicas, según sus propiedades y su aportación al ejército; después se dividió la ciudad en cuatro regiones de acuerdo a la distribución de las tribus urbanas. Estas dos nuevas divisiones, según el nivel económico y según el lugar de residencia, dieron lugar a dos tipos diferentes de asambleas, los comitia centuriata, en los que dominaban las clases patricias y las clases adineradas,  y los comitia tributa, en las que la representación era más democrática.

      En el censo basado en la posición económica cada clase social estaba dividida en un número de centurias, mayor  cuanto más alta era la posición social. Así por ejemplo la primera clase social, tenía asignadas ochenta centurias (ochenta votos en la asamblea), la segunda tiene asignadas veinte centurias (veinte votos), la llamada “supra classem”  tenía asignadas dieciocho (dieciocho votos) , la tercera clase otras veinte, etc… de manera que suman un total de ciento noventa y tres centurias de las cuales noventa y ocho están integradas por patricios, frente a las noventa y cinco de los plebeyos. Aunque todo el pueblo romano participaba en los comicios por centurias, sin embargo, la nueva agrupación de ciudadanos permitía que todas las centurias patricias se pusieran de acuerdo para que el resultado de las votaciones les fuera favorable.

      El derecho de convocar y presidir las asambleas perteneció solamente al rey, por tanto durante la monarquía la asamblea no fue un órgano con autonomía ni poder de decisión. Sus funciones eran varias, entre ellas elegir rey y conferirle el imperium mediante la lex curiata de imperio, también participaban en las votaciones de las leyes y en las declaraciones de guerra y de paz, pero su voto nunca era decisivo.

      1 Comentarios:

      Unknown dijo...

      No a estado mal GG